Hay personas que te hacen dudar poniendo en entredicho continuamente tus sentimientos, ideas, creencias y decisiones. Estas personas minan tu seguridad, hasta el punto en que dejas de confiar en tus capacidades. Entonces se “apropian” de tu vida, sin que te des cuenta. Se trata de un fenómeno conocido como gaslighting.
Este término se puso de moda en los años ’60 para indicar la intención de manipular la percepción de la realidad de una persona. Sin embargo, sus raíces son aún más profundas ya que proviene de una obra de teatro titulada “Gas Light”, que también fue llevada al cine. En la versión cinematográfica, Ingrid Bergman sufría el acoso de su esposo, quien intentaba convencerla de que estaba loca. Para lograr su cometido, manipulaba diferentes objetos de su entorno y cuando Ingrid Bergman le hacía notar esas variaciones, afirmaba que estaba equivocada y que estaba perdiendo la cabeza.
En la actualidad este término se sigue usando para indicar una forma de abuso mental que se caracteriza por manejar la información de manera selectiva, para confundir a la víctima, haciendo que dude de su memoria, percepción o incluso de su cordura. Su principal objetivo es desorientar a la persona, haciendo que su sentido de la realidad y autoconfianza se tambaleen, para ponerla a su merced.
De hecho, el gaslighting es una forma de abuso mental mucho más común de lo que podríamos pensar, sobre todo en las relaciones de pareja o entre padres e hijos. Básicamente, ocurre cada vez que alguien nos miente deliberadamente con el objetivo de alterar nuestra percepción de las circunstancias y sacar provecho de ello, aunque saben de sobra que tenemos razón.
Sin embargo, el gaslighting suele ser difícil de detectar porque casi nunca implica el uso de la violencia. De hecho, esa persona suele comportarse de manera muy amable e incluso pone a su víctima en un pedestal, para que no ponga en duda sus intenciones. En muchos casos, el manipulador se autoproclama como defensor de la víctima, cuando en realidad lo que intenta es someterla.
Gaslighting: Un in crescendo de manipulación
Es fácil pensar que nunca caeríamos en una manipulación tan “burda”, pero cuando las emociones entran en juego, lo improbable se vuelve probable. De hecho, el gaslighting es un complejo mecanismo de proyección e introyección de los conflictos psíquicos en el que intervienen dos personas:
– Manipulador: Por una parte, hallamos a la persona manipuladora, que proyecta sus conflictos sobre su víctima, para mantener incólume su propia identidad y sentir que tiene el control.
– Víctima: Por otra parte, hallamos a la víctima, que normalmente es una persona que tiene una relación afectiva con el manipulador y que acepta como propios los conflictos de este.
La víctima no confía en sus propios juicios, idealiza al manipulador y asume su sentido de la realidad. Normalmente se trata de una persona insegura, que necesita la aprobación externa. Aunque en algunos casos, cuando el gaslighting se extiende a lo largo de los años, la seguridad y autoconfianza de una persona pueden comenzar a tambalearse, de forma que esta llega a aceptar la realidad que le impone el otro, sobre todo si confía en esa persona.
Obviamente, una forma tan refinada de manipulación emocional no ocurre de la noche a la mañana.
Fase 1: En la primera etapa, cuando alguien intenta imponerte otra realidad, lo normal es que presentes resistencia y la rebatas. Puedes discutir durante horas sobre el argumento, hasta que llegas a sentirte francamente ridículo, pero no logras llegar a ningún acuerdo porque la otra persona no da su brazo a torcer. De hecho, es probable que discutas sobre cosas que no deberían ser motivo de discusión, como tus sentimientos u opiniones. Sin embargo, discutes porque alguien está intentando decirte cómo debes sentirte o pensar. En esta etapa, todavía crees en ti, pero comienzas a poner en duda tus creencias.
Fase 2: En la segunda etapa comienzas a considerar el punto de vista de la otra persona e incluso lo entiendes, así que te esfuerzas porque comprenda a su vez tu perspectiva. No obstante, te asusta lo que su punto de vista desvela sobre ti, lo que crees que dice sobre tus creencias y valores. En este punto, el objetivo de la discusión ya no es ganar y demostrar que tienes razón, sino tan solo probar que eres una buena persona, que eres valioso. Se trata de un cambio de objetivo importante porque demuestra que has dejado de creer en tus argumentos y que estás luchando solo por demostrar tu valía.
Fase 3: En la tercera etapa comienzas a dudar seriamente de ti y te preguntas “¿qué hay de malo en mí?” Comienzas a considerar que su punto de vista es normal y que el tuyo es erróneo, pierdes la habilidad para juzgar tus propios pensamientos y sentimientos porque usas el rasero de otra persona. En este momento, has abrazado por completo la perspectiva del manipulador, dudas de ti y comienzas a temerle a sus críticas, hasta tal punto que puedes obsesionarte por no cometer un error. En esta fase, ya no crees que eres una persona valiosa, has entregado tu capacidad de decisión y autoestima.
¿Por qué una persona cae en esta trampa?
1. Necesidad de tener la razón. Una persona que siempre quiere tener la razón, es más propensa a sufrir este tipo de manipulación porque también suele enzarzarse en discusiones que se desvirtúan del tema principal y entran en el peligroso terreno de la subjetividad. Además, el deseo de tener razón también implica una visión en blanco y negro del mundo, por lo que cuando sus argumentos pierden solidez, tendrá la tendencia a asumir los de la otra persona, sin darse cuenta de que ambos argumentos son simplemente perspectivas diferentes.
2. Necesidad de aprobación. La necesidad constante de aprobación desvela a una persona insegura, una persona que se pliega con facilidad ante los deseos de los demás solo para obtener su beneplácito. Obviamente, el manipulador aprovecha esta debilidad a su favor. Una persona que necesita la aprobación de los demás estará sometida a estos, por lo que será muy vulnerable a la manipulación.
3. Necesidad de afecto. El gaslighting suele ocurrir entre personas que mantienen una estrecha relación afectiva. De hecho, a menudo la víctima idealiza al manipulador, a quien lo ve como un “salvador” o “defensor”. Obviamente, si no existiese ese vínculo emocional, sería mucho más fácil romper la relación o detener la manipulación antes de que esta adquiriera proporciones mayores.
¿Cómo enfrentar el gaslighting?
La mejor solución para no caer en este tipo de manipulación es aprender a detectarla a tiempo. Es importante que seas capaz de identificar a este tipo de personas. De hecho, cuando alguien te hace sentir mal continuamente, te hace dudar de ti mismo y disminuye tu autoconfianza, haciendo tambalear tu seguridad, es porque se trata de una persona toxica y debes mantenerte con todos los sentidos alertas cuando te relacionas con ella.
También debes ser consciente de que una persona puede no compartir tus sentimientos e ideas, puede no estar de acuerdo con ellos e incluso puede que no los entienda, pero no debe dudar de su existencia, después de todo, no está dentro de ti para afirmarlo o negarlo con certeza. Por tanto, si una persona pone en duda tus sentimientos e ideas con frecuencia, es probable que lo haga solo para minar tu autoestima y manipularte. No dejes que nadie ponga en duda lo que sientes o piensas.
Por último, considera que con estas personas, es mejor no discutir, porque su objetivo no es comprenderte sino manipularte. La persona que recurre al gaslighting no necesita tener razón, tan solo necesita que tú creas que la tiene. Por eso, hará todo lo posible por manipular tu percepción de los hechos. La clave radica en impedírselo y, para ello, es conveniente que no te involucres en discusiones que no son objetivas.